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¿Cobrar el doble por teletrabajar?: esto es lo que viene, y no, aún no estás listo

Teletrabajo

Tener que ir a trabajar todos los días ha condicionado el crecimiento de las ciudades, la formación de empresas y las relaciones laborales durante siglos. Si los viajes al trabajo se vuelven innecesarios, ¿qué pasará con los precios de la vivienda en las ciudades ?, ¿se despoblarán las metrópolis ?, ¿serán iguales los salarios entre el campo y la ciudad ?, ¿y entre países?

El teletrabajo es un cambio estructural imparable, pero hasta ahora ha sido tan paulatino y tan sutil que ha pasado desapercibido. La pandemia lo ha acelerado todo y el teletrabajo está sobre la mesa, pero el debate sigue secuestrado por la discusión entre pros y contras, como si fuera posible elegir. El teletrabajo se ha mantenido y afectará tanto a quienes teletrabajan como a quienes no pueden.

Preguntas que nos surjen

Tener que ir al lugar de trabajo todos los días ha determinado el crecimiento de las ciudades, la formación de empresas y las relaciones laborales durante siglos. Si el viaje al trabajo se vuelve innecesario, ¿qué pasará con los precios de la vivienda en las ciudades? ¿Se despoblarán las metrópolis? ¿Los salarios serán iguales entre el campo y la ciudad? ¿Y entre países?


La industria tecnológica se está anticipando a nosotros. El salario medio de un programador en Estados Unidos se está disparando y las empresas están teleprocesando en el extranjero, pero hasta ahora en España, solo los aventureros más experimentados y con mayor dominio del inglés se han atrevido a postularse para las vacantes. duplicando su salario. Con la pandemia, todo el sector tecnológico ha pasado al trabajo a distancia y el miedo al teletrabajo ha desaparecido. El inglés sigue siendo una barrera, pero caerá lo antes posible.

Si el mercado laboral se globaliza, es solo cuestión de tiempo que las empresas estadounidenses y los cazatalentos dejen de responder y comiencen a buscar activamente en el extranjero. La deslocalización de fábricas aparecerá como una anécdota frente al impacto global del teletrabajo.

El teletrabajo afecta principalmente al sector tecnológico, ya que durante años se han utilizado metodologías y herramientas que permiten la actividad remota, por lo que la adaptación al teletrabajo obligada por la pandemia ha sido relativamente sencilla. La productividad de las empresas tecnológicas no se ha visto afectada, ya que sus trabajadores ya llevaban años trabajando a distancia sin darse cuenta, a pesar de que estaban en sus escritorios rodeados de compañeros. Y es que el teletrabajo no está determinado por dónde, sino por cómo.

El teletrabajo solo funciona cuando las distracciones se reducen al mínimo

Por el contrario, muchas organizaciones “presencialistas” se han visto forzadas a teletrabajar y el resultado ha sido desastroso. Videoconferencias continuas, chats a deshoras, desplome de la productividad… El teletrabajo solo funciona bien cuando las videollamadas se reducen al mínimo, cuando la comunicación evita las interrupciones continuas vía chat o teléfono y cuando un equipo es capaz de comunicarse de manera brillante por escrito.

Las organizaciones presencialistas siempre han sido muy ineficientes, pero el teletrabajo ha hecho visibles, por insufribles, estas carencias. Trabajar a distancia de manera incorrecta imposibilita separar vida y trabajo, dificulta la conciliación y estresa más que el trabajo presencial. Ni el tiempo ahorrado en desplazamientos ni un horario flexible compensan jornadas interminables, ni ‘e-mails’ de tu jefe a las ocho de la tarde.

Y esta es la clave. El debate actual está en las implicaciones directas e inmediatas del teletrabajo, pero no presta atención a las indirectas y estructurales. ¿Qué sentido tiene una vivienda cara o pequeña en una gran ciudad que solo fue escogida por un trabajo? ¿Qué sentido tiene una vida social organizada en torno a los compañeros de trabajo cuando ya no hay lugar de encuentro? ¿Qué sentido tiene medir la productividad por horas y no por objetivos?

El debate es vertiginoso. Las preguntas caen como fichas de dominó, unas arrastradas por otras. El teletrabajo pone en peligro muchos conceptos asumidos por una sociedad que gira en torno a la ciudad como lugar de concentración de puestos de trabajo. No es tener alma de futurista y los cambios estructurales son muy impredecibles. Las oficinas centralizadas pueden pasar a la historia, pero por ejemplo pocos hogares cumplen las condiciones óptimas como lugar de trabajo.

Las incógnitas se acumulan, pero algunos ya están implementando semanas laborales de cuatro días, y los más inteligentes se van de Madrid y se mudan a Canarias. Quqeda muy poco para que este artículo parezca real.


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